miércoles, 7 de diciembre de 2011

Arquitectos estrella

«Los arquitectos estrella, en los últimos años, han hecho obras superfluas o socialmente inútiles»

Extracto de la entrevista publicada a José María Ezquiaga en Lne.es

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-¿Por qué hacemos ahora menos ciudad que antes?

-Viene favorecido por el sistema de producción y por la legislación. Muchas veces se elabora el plan del territorio, con servicios e infraestructuras, sin tener una visión de cómo va a ser vivir ahí. Hemos pasado de un plan de ciudad para defender los bienes públicos, pero sin forma arquitectónica, al plan parcial, que sí la tiene, pero que en gran medida es un plan inmobiliario.


-¿Y qué propone usted?

-Que la ciudad también se piense en términos de arquitectura real, que la acerquemos a las personas. Es una especie de vuelta al Renacimiento, a tomar el ser humano como medida de las cosas, para reconciliar ambas escalas. Si pensamos en las personas, viviendo en la ciudad, disfrutando de la arquitectura, tendremos el vínculo. Nuestro cliente no es el promotor que nos encarga la construcción, o el alcalde de turno, sino el usuario final, los vecinos que va a vivir ahí, que la van a sufrir o a disfrutar.


¿Ya no hay lugar para arquitectos estrella?

-La arquitectura se ha convertido en mediática, y los proyectos han perdido el arraigo con las necesidades reales. Han terminado convertidos en instrumentos de comunicación, en símbolos publicitarios. Ahora mismo se detecta algo que para los arquitectos es muy preocupante: una parte de la población está asociando los proyectos estrella al despilfarro, y el despilfarro a la crisis. Cuando hace poco un diario hablaba de que los funcionarios de la Comunidad Valenciana iban a sufrir una reducción salarial, la imagen que ilustraba la información no era el presidente regional, sino la Ciudad de las Artes de Calatrava.

-¿Y eso es así?

-Es una relación un poco manipuladora, pero refleja lo que está en la gente, que asocia una cosa y otra. Tenemos que hacer un esfuerzo muy grande por recuperar lo sustancial de la arquitectura, quitarle esa dimensión puramente publicitaria que la ha estado dominando estos últimos tiempos, y volver a lo esencial. Los arquitectos estrella pueden hacer obras correctas y necesarias. Lo que es verdad es que, durante estos últimos años, han realizado obras superfluas o, directamente, socialmente inútiles. Ahí está el pecado: no en la arquitectura, sino en el propio encargo.

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